15/6/16

Amado Monstruo

Edición francesa de El Vampiro.
Hoy se cumplen 200 años desde que la Villa Diodati acogiera entre sus muros el nacimiento de dos de las historias de terror más influyentes de la literatura gótica: Frankenstein, de Mary Shelley, y El vampiro, de J. W. Polidori, germen del vampiro romántico que ha llegado a nuestros días. Se dice que Polidori basó su relato en una pequeña historia escrita por Lord Byron, inacabada, y que posteriormente se publicaría en una colección de poemas ("The Burial: A Fragment": Mazeppa, 1819). Jean Marigny, en Le réveil des vampires, apunta a que "el personaje de Drácula, tal y como lo imaginó Stoker, no habría visto jamás la luz de no haber tenido como precursor a Lord Ruthven. [...]. De resultas de una especie de apuesta, Byron inicia la redacción de una novela cuyo héroe, Darvell, es un vampiro. La obra jamás será concluida. Sin embargo, Byron revela la trama a Polidori, su secretario y médico personal. [...]. Mientras el romanticismo negro se apodera de las artes gráficas, Polidori introduce el vampiro en la literatura en prosa".

A pesar de todo, como atestigua la portada de la edición francesa, la obra será atribuida a Byron. El vampiro se publica en abril de 1819 en el New Monthly Magazine, cuyo director atribuye fraudulentamente la autoría a Byron. "Este ilustre patronazgo del que renegó el desafortunado Polidori -continúa Jean Marigny-, acorralado por las deudas, valdrá a esta narración todas las reediciones, las traducciones al francés y la adaptación al teatro realizada por Nodier en 1820 y por Alejandro Dumas en 1852".

La argucia editorial que, sin embargo, salió rana.
Los amantes del gótico pueden estar de enhorabuena, porque gracias a aquella especie de cadáver exquisito o brainstorming fantasmagórico inspirado por la escritura automática y, muy probablemente, por el consumo de laúdano y otras sustancias, contamos con dos referentes en torno a los cuales se ha construido toda la literatura de terror postmoderna y, de manera menos favorable, el pensamiento político posterior, con las teorías del superhombre y la alienación . "Muchas y largas fueron las conversaciones entre Lord Byron y Percy -según cuenta Mary Shelley en su prefacio a Frankenstein-, de las que fui oyente fervorosa aunque casi muda. En el curso de una de ellas, discutieron diversas doctrinas filosóficas, entre otras la naturaleza del principio vital y la posibilidad de que se llegase a descubrir tal principio y conferirlo a la materia inerte. [...]. Cuando apoyé la cabeza sobre la almohada, no podía dormir: vi el horrendo fantasma de un hombre tendido, y luego, por obra de algún ingenio poderoso, le vi manifestar signos de vida y agitarse con movimiento torpe y medio en vida". Sin embargo, será el diario de J.W. Polidori el que refleje, en palabras de Jacobo Fitz en su prólogo a El vampiro (recopilación de cuentos realizada por Siruela en 2002), con mayor cercanía, el clima mental que bulle en Diodati durante la velada.

Además, con motivo del bicentenario de aquellos días memorables para la literatura fantástica y de terror, el Espacio Fundación Telefónica conmemora con una exposición que lleva por título "Terror en el Laboratorio: De Frankenstein al Doctor Moreau" una jornada plagada de relatos, música y poesía, con especial atención a los experimentos científicos y las creaciones arquetípicas del siglo XIX, así como las derivas iconográficas de Frankenstein y otros seres como Mr. Hyde o el Hombre invisible. La muestra, comisariada por Miguel A. delgado y María Santoyo, podrá visitarse en Madrid hasta el 16 de octubre y cuenta con una parte del patrimonio cinematográfico de la Filmoteca Española, piezas de los Museos Complutenses y varias colecciones privadas como la de Sara Torres, Jesús Palacios, Daniel Aguilar o Luciano Berriatua que recrean los clásicos de la literatura del siglo XIX. 

El vampiro, ¿creador o creatura?
La muestra analiza los antecedentes reales "que van más allá de la propia historia literaria y el contexto que los rodeaba a finales del XIX. Un contexto en el que se parte del laboratorio como lugar de creación donde el científico, enajenado, juega a ser Dios con resultados terroríficos encarnados en una criatura antropomorfa que puede ser un monstruo, su doble o un autómata", pero dejando de lado al vampiro, cuya presencia fue más que notable durante la velada a orillas del lago Leman. Porque debemos recordar que el monstruo, el drama existencial recurrente entre creador y criatura, más allá del envoltorio terrorífico o del filón económico que tan bien supo aprovechar Hammer Films con toda su factoría freak, es un reflejo del ser humano, de sus pasiones más ocultas, de sus instintos, del preconsciente que subrayaba Freud, pero también del consciente que observa al otro, que ve en el otro aquello que, en ocasiones, se ve obligado a reprimir. "El cuento de Polidori es de una importancia capital en la historia de los vampiros en la literatura, pues da a conocer a este personaje al gran público y crea el modelo del vampiro aristócrata, dominante a la par que seductor, que tiene en el Drácula de Stoker uno de sus ejemplos más ilustres", como concluye Jean Marigny.

Con ese Amado Monstruo que abre nuestra entrada, Roman Gubern escribía para la mítica revista del grupo francés Hachette, Fantastic Magazine, una glosa dedicada al vampiro con motivo del estreno en las pantallas españolas del Drácula rubricado por Francis Ford Coppola, que reproducimos a continuación:
"El vampiro siempre nos ha fascinado, sobre todo como mito erótico, con el mordisco-coito que hace que sus caninos fálicos penetren la carne de bellas mujeres y las desfloren con el rojo de la sangre. Nuestro estremecimiento es más de placer que de miedo. Siguiendo literalmente a Bram Stoker y a Murnau, Polanski nos recordó -con ironía- que los vampiros masculinos también pueden buscar presas masculinas, en una época feliz en que el sida todavía no había irrumpido. Todo esto nos lo estropeó un poco Werner Herzog, cuando se empeñó en demostrarnos que el vampiro es una tristísima víctima existencial, condenada a vivir por toda la eternidad. Y ahora un docto neurólogo nos amenaza con probar que su mordisco deriva de las epidemias de rabia de la Edad Media. Nuestro gozo erótico en un pozo".
El neurólogo al que Gubern hace referencia en las últimas líneas no es otro que el doctor Juan Gómez Alonso, quien ya publicase una tesis inédita sobre el vampirismo titulada "Rabia y vampirismo en la Europa de los siglos XVIII y XIX", y que daría lugar a un trabajo posterior editado por Neuropress: Los vampiros a la luz de la Medicina. Como vemos, las posibilidades de experimentación en este particular laboratorio de ideas son infinitas.



© Fuera de Contexto, 2016.
© Marigny, J.: El despertar de los vampiros. Ediciones B, 1999.
© Roman Gubern, 1992.