5/9/11

Vampire's Kiss

Lejos de ser una película pretenciosa, Besos de vampiro (Vampire's Kiss, 1989) nos acerca a unos de los estadios más modernos del mito: el del vampiro psicológico. Y es por esto que el film protagonizado por Nicolas Cage, en una de sus mejores interpretaciones, a pesar del gran número de detractores que se ha granjeado en su últimas apariciones cinematográficas, dista mucho de ser solamente una comedia de humor negro. Que lo es, no cabe duda de que posee pequeñas dosis de estupidez hilarante, pero, más que eso, Vampire's Kiss es un auténtico drama.

La transformación que va sufriendo el personaje de Peter Loew a lo largo del discurso (recordemos que existe un abismo entre su mundo interior y la realidad circundante, esto es, la historia) le lleva a creer que es un vampiro y a comportarse como tal (si tenemos en cuenta los referentes universales del mito en la conciencia colectiva), rayando en lo absurdo y lo ridículo, pero al mismo tiempo, despertando en el espectador un atisbo de tristeza: esos pobres locos a los que, de alguna manera, entendemos y por los que sentimos cierta lástima.

Pero aún va más allá: el visionado de Vampire's Kiss nos está alertando del peligro que supone la tergiversación de ciertas modas o corrientes estéticas que, indefectiblemente, están abocando a una gran mayoría de jóvenes a esa forma de locura en la que creen, o aparentan ser, algo que no son, con rasgos patológicos bien definidos. 


Los mejores momentos de la película son, a nuestro juicio, los que llevan a Peter Loew a una degradación paulatina, irrisoria y melancólica del propio yo, con sustanciosos guiños al personaje de Renfield interpretado por Dwight Frye en el Drácula de Tod Browing (la mirada perdida, la incipiente demencia o el propio desenlace del filme, con ese aspecto tan demacrado e histriónico en los compases finales, gritando "¡Soy un vampiro, mátenme!", en fin, elementos sin los cuales, éste se desinflaría cayendo por su propio peso).

Porque a Cage, el papel le viene como hecho a medida, y ni siquiera la presencia de Jennifer Beals, Elizabeth Ashley o María Conchita Alonso consiguen evitar esa sensación de relleno y mera comparsa. Vampire's Kiss, como tantas otras, es perfectamente recomendable en su versión original, para no perder ni un ápice de su verdadero encanto, y más si tenemos en cuenta que su actor de doblaje en español no suele ser el mismo en todas sus películas.