9/5/14

"La alegoría de Drácula es darle voz al diferente"

Se dice que fue Andy Warhol el precursor del término superstar allá por los años sesenta para iniciarnos en lo que algunos llaman la cultura pop. Y el conde Drácula no ha podido escapar a la seducción de un movimiento artístico cuya iconografía kitsch ha contribuido a perpetuar su impronta vampírica. Al menos, así se deduce del último libro del escritor segoviano Julio Pérez Manzanares, Drácula Superstar: Biografía cultural de un mito moderno (Corona Borealis, 2014), junto al que se dieron cita en la Fnac de Madrid el periodista Paco Tomás y Alaska, que escribe el prólogo.

De izda. a dcha: Paco Tomás, Julio Pérez y Alaska 
El libro presenta un recorrido que toma como punto de partida la figura de Bram Stoker y su novela más ambiciosa, Drácula, como detonante de un sentimiento reprimido que empieza a tomar forma en el marco de la sociedad victoriana de finales del siglo XIX y su imparable carrera hacia el mito: el vampiro, el otro, el diferente. "Hasta entonces -señala el autor- no existía una empatía hacia el monstruo, tal y como puede observarse en el Frankestein de James Whale, por ejemplo", que sufre, que siente, que anhela, como cualquier otro ser humano normal, y es "a su paso por la historia del siglo XX, como el terror muestra una evolución que invita al espectador a que participe y le guste". Esa evolución encuentra su reflejo en el devenir de las sociedades contemporáneas, testigos de dos guerras mundiales y de incipientes cambios en la consecución de derechos fundamentales. Como apunta Paco Tomás, "todos los colectivos perseguidos se han creado su propio monstruo, el vampiro tiene un componente de rebeldía que conecta con la juventud" llegando incluso a convertirse en "icono pop transmisor del SIDA o en el eterno joven", según distintas etapas.



No es de extrañar que, de entre las distintas interpretaciones y teorías que han surgido en torno al vampiro, el alegato homosexual se hiciera patente durante la presentación del libro. De hecho, hay más de un capítulo dedicado a la hipersexualidad del Conde en todas sus variantes, como cualquier conocedor del género sabe a estas alturas ("La inversión sexual": más allá del doble", "El liberado vampiro de los setenta" o "Jóvenes ocultos, andróginos y pandémicos"). Así, Alaska, por ejemplo, mencionó a David Bowie o el cine de Almodóvar como dos referentes vampíricos, mientras que el autor se decantó -acertadamente- por una opinión que siempre suscita debate entre los más puristas y los más frívolos: "No entiendo al vampiro de Crepúsculo". En esa línea, surge una amalgama de ideas y opiniones personales acerca de Andy Warhol como vampiro contemporáneo, de vampiros oportunistas -"Somos más de monstruos que de turbas", señalaron los ponentes-, de los grandes clásicos como el Nosferatu de Herzog, la interpretación de Lugosi y el Drácula de Coppola, o del tratamiento que se da al infante-vampiro dentro del género (el caso más representativo es el de Claudia, en Entrevista con el vampiro, aunque también se mencionó a Eddie Munster (niño-lobo) o a Rüdiger (de la saga El pequeño vampiro); sin embargo, se echó en falta a Martin, de George A. Romero (vampiro psicológico) o Seth Dove (The reflecting skin), este último como el niño frente al vampiro).

El autor, en un momento de la firma de ejemplares.
Para Julio Pérez Manzanares, "en los momentos de inestabilidad, necesitamos algo a lo que agarrarnos". Y así lo entiende también Alaska, cuando en el prólogo sostiene que "hoy en día podemos elegir ser el monstruo antes que el ciudadano de a pie [...] con una actitud desafiante ante la vida. [...] La evolución de los Dráculas de la ficción es la evolución del pensamiento en los últimos siglos". Más allá de lo puramente anecdótico -como la supuesta intoxicación de cangrejos, o de ostras, sufrida por Bram Stoker antes de escribir su novela-, con esta biografía cultural del Conde Drácula asistimos a la socialización del vampiro, a esa pérdida de aislamiento y de soledad, muy bien reflejada, por cierto, en Blade o en la serie True Blood (los vampiros viven organizados, en comunidad, con los excesos propios -y no tanto- de la condición humana), y el vampiro se convierte así en el modelo paradigmático utilizado "para explicar todo lo demás".

No en vano, la idea de asociar el vampirismo con todos los males de nuestra sociedad, la de su evolución a través de los siglos, no es nada nueva, como así lo puso de manifiesto Norbert Borrmann en su ensayo Vampirismo. El anhelo de la inmortalidad (Timun Mas, 1999), con el que este Drácula Superstar comparte ciertas concomitancias, muy recomendables por otra parte, que no deben obviarse y que sirven de complemento a la vasta literatura existente sobre el mito.


© Del texto y fotografías, Fuera de Contexto, 2014.
© Drácula Superstar, con guión de Jesús Palacios, para promocionar el ciclo de cine de vampiros Dientes Largos, de Calle 13.
© Drácula Superstar. Biografía cultural de un mito moderno. Corona Borealis, 2014.