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| Pietro Pajetta, Der Hass (1896). |
Dice Enriquez (op. cit.) que en Montparnasse, cementerio parisino imprescindible, "se encontraron cadáveres de mujeres exhumadas, violadas, gravemente mutiladas y mordidas. [Bertrand] desenterraba los cadáveres que habían sido puestos directamente en la tierra, sin ataúd [...] uno de ellos era el de una niña de siete años".
Por supuesto, François Bertrand fue juzgado y condenado a un año de prisión, suicidándose tras su liberación. "Se tomó en cuenta que no había dañado a nadie porque sus víctimas estaban muertas" y porque la necrofilia no estaba reconocida penalmente. No fue hasta comienzos del siglo XX cuando el delito de profanación en camposanto se sumara al de agresión sexual. "Era un monstruo -concluye Enriquez-, pero yo acabo de profanar una tumba. Podría tener el mismo castigo que él".
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