12/1/16

El vampiro, de Scribe

A. Eugène Scribe (1791-1861)

Eugène Scribe fue un dramaturgo francés y miembro de la Academia gala en 1834. El periodista y escritor Mariano José de Larra figura entre uno de sus más fieles traductores, lo que ha permitido conocer parte de su obra en numerosos artículos de crítica teatral: Camilla, ou soeur et frere (que Larra tradujo y llevó a escena con el nombre de Julia), Siempre (adaptacion de 1834), Hacerse amar con peluca o El viejo de veinticinco años (traducida, a su vez, por Ventura de la Vega), La nieve y No más muchachos, por citar algunas. 

Sin embargo, sería Antonio García Gutiérrez quien dejara en manos de la crítica teatral la translación de Le vampire, de Eugéne Scribe y Mélesville (colaborador del escritor francés), comedia en un acto que se estrenó el 15 de junio de 1820 en el Théâtre du Vaudeville de París.

El periódico El Observador publicaba la reseña teatral de Larra el 30 de octubre de 1834:
"Preocupación por preocupación, yo no sé qué es mejor, si creer las cosas que nosotros damos en creer aquí, o creer, como los alemanes, en vampiros. Al fin, sea dicho con permiso de la censura, si un vampiro es una persona que regresa de luengos sitios a chupar la sangre de los hombres, aquí tenemos uno a la vuelta de cada esquina. Toda la diferencia está en que, más sesudos, los alemanes conservan un miedo muy natural a los que les chupan la sangre, al paso que aquí, más acostumbrados, los vemos andar entre nosotros, y aun hacémosles agasajos. En cambio,  nuestros vampiros, más domesticados que los alemanes, no se andan espantando las comarcas, ni chupando a salto de mata sino que chupan a pie firme, van al teatro, van de paseo, viven sanos y colorados, y es preciso estar tan seguro como lo está uno de que murieron efectivamente en otro tiempo, para no persuadirse de que son inmortales. Por lo demás, parécese bastante El vampiro puesto en la Cruz a los vampiros que nos ponen la cruz a nosotros. Va y viene, es arrogante y atrevido; quiérenlo echar, y él no se quiere ir; por fin se escabulle y se esconde..., gasta coche y cara feroz..., enteramente lo mismo. Una pequeña diferencia les encuentro, sin embargo, a saber: que a nuestros vampiros políticos se los ve venir, se les entiende siquiera, y El vampiro húngaro representado en esta noche es obscuro e ininteligible hasta no más. El autor de El vampiro ciertamente no anduvo muy acertado en punto a intriga; y en punto a argumento, confesamos ingenuamente que no hemos podido dar todavía con ningún cabo que nos ayude a desenredarlo. Ello, sí, parece comedia, porque hay un tío que perdona a un sobrino, y dos bodas en un abrir y cerrar de ojos; y no solo parece comedia, sino que hasta parece comedia del día en aquella agradable coplita con que concluye pidiendo al público con franqueza no sé qué bagatela de aplauso, que aquel, demasiado comedido, no tardó en conceder a la gracia y bien decir de la señora Díez. Nosotros quedamos cavilando acerca del modo de hacer un análisis claro y exacto de esta monada dramática; al momento que la hayamos entendido daremos de ella cuenta a nuestros lectores. En el ínterin nos contentaremos con decir que la traducción no nos pareció mal".
Théâtre du Vaudeville, pintura de A. Blanchard
Concluye así la escueta panóramica que Larra nos ofrece sobre esta obrita del dramaturgo francés, de no más de cuarenta páginas, que encierra, no obstante, algunos detalles interesantes sobre la figura del vampiro que emergía en el Romanticismo literario del siglo XIX, y sirve como pretexto para reprobar el comportamiento de la clase política y social predominante en la época, tan común en los escritos del escritor madrileño.

*A.H. Joseph Duveyrier, Mélesville, fue un prolijo autor dramático francés, con más de 300 piezas teatrales, y destacado director de escena.